miércoles, 1 de julio de 2009

Un día totalmente normal


Sábado, tocaban 13k.

A sabiendas que los fines de semana se complican con las obligaciones familiares y aprovechando que me había despertado temprano, decidí salir a correr... sin importar que eran las 5:00 a.m.

Así fue que 5:15 estaba largando desde casa bajo la mirada atónita de los feriantes que estaban armando sus puestos.

Recién al tomar Bvar. Artigas empecé a ver alguna persona, más que nada jóvenes que volvían de su trasnochada.

La ciudad se veía totalmente distinta, como apagada, como cansada... y yo con todas las pilas, más allá de no estar genéticamente preparado para correr de mañana, y mucho menos de madrugada.

Llegué a la Rambla y seguía todo quieto.

Recién a la altura de Pereira un patrullero con las sirenas prendidas sirviendo de baliza ante un choque que seguramente habría sucedido un rato atrás.

Un C4 se había llevado por delante un Gol empujándolo sobre la vereda de la Rambla y haciéndole desaparecer la valija y el asiento trasero.

Seguí mi ruta sin detenerme pero pensando el peligro que significaba para cualquier peatón o runner que pasara por ahí en ese momento.

Llegué a la curvita de Océano y el sonido del mar invadió el ambiente, fue increíble, parecía una de esas grabaciones para meditación.

Fue de esas cosas por las que uno agradece estar en determinado momento en un lugar, solamente por eso valió la pena el madrugón.

Al llegar al Oceanográfico la historia era distinta, un par de autos haciendo de ámbito ideal para vaya a saber que cosa que los vidrios empañados no permitían ver y que la discreción evitó esforzarse en identificar.

Llegué al 12,5 punto de retorno y estaba con ganas de seguir, pero el clásico "hay que saber quedarse con las ganas" vino a mi memoria y opté por hacer lo previsto.

Al regreso en el Oceanográfico quedaba solamente un Corsa Sedán color champagne del que se veía solamente a una persona sentada en el asiento de atrás - uno se preguntaría que hace alguien sentado solo en el asiento trasero de un auto casi a las 6 de la mañana en la Rambla, pero había alguien más a quien obviamente se le había caído algo porque estaba agachada supongo que tratando de alcanzarlo.

Pego la curvita del Oceanográfico y desde un Gol me gritan "Demente!!!".  Primero pensé que se trataba de alguien que me conocía, pero luego me dí cuenta que aludían al hecho de estar corriendo a esa hora de la madrugada.

Ya eran pasadas las 6 de la mañana y la ciudad empezaba a despertarse.

Hice los últimos 3 kms prácticamente en repecho pero con una sonrisa dibujada en el rostro.

Llegué y hasta me tomé el tiempo de estirar antes de subir a mi apartamento.

Recién cuando me duchaba aparecieron primero Fede y luego Vicky desfilando rumbo a la cocina, los dos con cara de dormidos y sin idea de lo que yo había hecho, el día "comenzaba" con total normalidad.

1 comentario:

  1. son esos entrenamientos "especiales" que nos quedan en el recuerdo para siempre...
    por especiales pasan a ser perfectos,
    y el recordarlos nos trae siempre una sonrisa!

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